Fe y respeto, base de los milagros
¡Qué importante es que comprendamos los principios de la Palabra de Dios! Muchas personas dejan de recibir las bendiciones del Señor por no ponerlos en práctica. Otros, en cambio, han aprendido a guardarlos y han recibido milagros. La Biblia menciona a una mujer estéril llamada Ana, necesitada de un milagro del Señor, que hizo voto diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares a mirar la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida. (1 Samuel 1:11)
Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, el sacerdote Elí miraba su boca, pero Ana hablaba en su corazón y sólo movía sus labios, mas su voz no se escuchaba. Entonces él la tuvo por ebria y le dijo: “¿hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino”. A lo cual ella respondió: “No, Señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por mujer impía, porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora”.
Ana rogó a Dios por un hijo, pero al mismo tiempo manifestó una actitud constante de respeto y fe. Quiero resumir tres aspectos que se observan en Ana en cuanto al respeto. El primero es que ella respetaba a su marido, pues cuando él le dijo "¿por qué no comes? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?", ella no le respondió mal, sino comió y agradó a su marido. En segundo lugar, Ana respetaba a Dios, pues no vino en amargura delante del altar del Señor para reclamar por su condición, sino que, por el contrario, pidió al mismo tiempo que ofrecía a Dios. La mujer no tenía hijos que ofrecer, pero dijo: "si me das un hijo varón, te lo ofrezco”.
El tercer aspecto es que ella respetaba al siervo de Dios. Cuando el sacerdote Elí se acercó a ella, él la juzgó mal, pensando que estaba ebria, pero Ana no le contestó irrespetuosamente, sino le llamó mi señor. Cuando Elí encontró respeto de parte de Ana, pronunció la palabra profética y se produjo el milagro que ella esperaba. El sacerdote le dijo: Dios conceda tu petición. Ella recibió su milagro por medio de la palabra que el sacerdote había pronunciado. Ana creía que él era un hombre de Dios y que podía ser usado por Dios, y por lo tanto, lo respetaba. Por lo tanto, debemos recordar que si necesitamos un milagro de parte de Dios, tenemos que respetar a las autoridades puestas por Dios.
Este es un principio de éxito espiritual. Hoy en día se han perdido estas tres formas de respeto en la sociedad. No se respeta al hombre de la casa, no se respeta a Dios y se le reclama en amargura, y tampoco se respeta al hombre que Dios usa.
Es necesario que comprendamos que en este tiempo también existen los profetas y sacerdotes de Dios y que debemos mostrarles respeto. Ellos pueden ser muy humildes, pero el Señor habla a través de ellos. ¿Qué hubiera sucedido si ella le hubiera contestado mal al sacerdote? Posiblemente, en vez de que Eli le dijera "ve en paz", la hubiera reprendido y Ana no habría obtenido su milagro. Siguiendo el relato de Ana, la Escritura señala que ella dijo al sacerdote Elí: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. Surge entonces la pregunta ¿por qué Ana no estuvo más triste, si aún no tenía el hijo que deseaba?
La respuesta es que ella confió en la palabra que le dio el siervo de Dios. Cuando la fe se levanta para creer en las locuras que Dios ha dejado en sus Escrituras, entonces las cosas suceden. Aunque ella no tenía el hijo, creyó en la palabra profética, y esto alejó la tristeza. "Y levantándose de mañana (ella y su esposo), adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella”.
Sin embargo, Ana era una mujer de respeto y de fe. El respeto regularmente sigue a la fe. La Biblia dice que Jesús entró a Nazareth y la gente vio en él al carpintero, hijo de José y María, y no al Hijo de Dios que hacía milagros. La Biblia también dice que, por esta razón, no pudo hacer milagros allí, pues no creyeron. Aún los que se acercaron a Jesús debían mostrarle respeto para recibir de él un milagro.
Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, el sacerdote Elí miraba su boca, pero Ana hablaba en su corazón y sólo movía sus labios, mas su voz no se escuchaba. Entonces él la tuvo por ebria y le dijo: “¿hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino”. A lo cual ella respondió: “No, Señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por mujer impía, porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora”.
Ana rogó a Dios por un hijo, pero al mismo tiempo manifestó una actitud constante de respeto y fe. Quiero resumir tres aspectos que se observan en Ana en cuanto al respeto. El primero es que ella respetaba a su marido, pues cuando él le dijo "¿por qué no comes? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?", ella no le respondió mal, sino comió y agradó a su marido. En segundo lugar, Ana respetaba a Dios, pues no vino en amargura delante del altar del Señor para reclamar por su condición, sino que, por el contrario, pidió al mismo tiempo que ofrecía a Dios. La mujer no tenía hijos que ofrecer, pero dijo: "si me das un hijo varón, te lo ofrezco”.
El tercer aspecto es que ella respetaba al siervo de Dios. Cuando el sacerdote Elí se acercó a ella, él la juzgó mal, pensando que estaba ebria, pero Ana no le contestó irrespetuosamente, sino le llamó mi señor. Cuando Elí encontró respeto de parte de Ana, pronunció la palabra profética y se produjo el milagro que ella esperaba. El sacerdote le dijo: Dios conceda tu petición. Ella recibió su milagro por medio de la palabra que el sacerdote había pronunciado. Ana creía que él era un hombre de Dios y que podía ser usado por Dios, y por lo tanto, lo respetaba. Por lo tanto, debemos recordar que si necesitamos un milagro de parte de Dios, tenemos que respetar a las autoridades puestas por Dios.
Este es un principio de éxito espiritual. Hoy en día se han perdido estas tres formas de respeto en la sociedad. No se respeta al hombre de la casa, no se respeta a Dios y se le reclama en amargura, y tampoco se respeta al hombre que Dios usa.
Es necesario que comprendamos que en este tiempo también existen los profetas y sacerdotes de Dios y que debemos mostrarles respeto. Ellos pueden ser muy humildes, pero el Señor habla a través de ellos. ¿Qué hubiera sucedido si ella le hubiera contestado mal al sacerdote? Posiblemente, en vez de que Eli le dijera "ve en paz", la hubiera reprendido y Ana no habría obtenido su milagro. Siguiendo el relato de Ana, la Escritura señala que ella dijo al sacerdote Elí: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste. Surge entonces la pregunta ¿por qué Ana no estuvo más triste, si aún no tenía el hijo que deseaba?
La respuesta es que ella confió en la palabra que le dio el siervo de Dios. Cuando la fe se levanta para creer en las locuras que Dios ha dejado en sus Escrituras, entonces las cosas suceden. Aunque ella no tenía el hijo, creyó en la palabra profética, y esto alejó la tristeza. "Y levantándose de mañana (ella y su esposo), adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella”.
Sin embargo, Ana era una mujer de respeto y de fe. El respeto regularmente sigue a la fe. La Biblia dice que Jesús entró a Nazareth y la gente vio en él al carpintero, hijo de José y María, y no al Hijo de Dios que hacía milagros. La Biblia también dice que, por esta razón, no pudo hacer milagros allí, pues no creyeron. Aún los que se acercaron a Jesús debían mostrarle respeto para recibir de él un milagro.
Pastor Cash Luna
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