Que bendición tener una iglesia que se ocupa por la gente de todas las edades, hasta de los pequeños. El pastor ha estado compartiendo mensajes acerca de la familia. Sabemos que la sociedad está compuesta por la familia, y lo más atacado en este tiempo, es la misma. Si no es por el lado del esposo, es por el de la esposa o de los hijos. En Efesios 6:2, habla que hay una promesa preciosa para aquellos que honran a sus padres y es que les dará holgura de días.
Así que la honra a los padres no es negociable. Es un mandato de parte de Dios. Y hemos visto los beneficios. Quisiera saber ¿cuántos padres de familia hay aquí? ¿Cuántos hijos? Todos somos hijos. Estuve orando y deseaba compartir algo que fuera de bendición para ustedes y decidí escoger el tema de los hijos, el cual es bastante complejo.
Salmo 127:3. Herencia de Jehová son los hijos, cosa de estima el fruto del vientre.
Quisiera saber ¿cuántos de los jóvenes quieren llegar a tener una familia? Y ¿cuántos quisieran llegar a tener hijos? Quiero contarles que yo quería tener seis hijos. Pero cuando ya había nacido Ana Gabriela, le dije al Señor: “Quiero saber si es sólo mi deseo o realmente es tu voluntad”. El me dijo: “Si tú has decidido servirme, necesitas y tienes la responsabilidad de atender a más gente”. Entonces dije: “Si pido el cuarto o el quinto, ya estoy pensando menos en los tres primeros y en ustedes. Porque tengo que repartir más el tiempo entre todos. Mejor no, voy a estar contenta y agradecida por los tres que ya tengo”.
Son tres hijos preciosos. Yo quedé esperando del primero cuando tenía 21 años. El Señor nos bendijo con dos hombres y una mujer, y hay un intervalo de dos años y medio entre uno y otro. Son un regalo de Dios, con ellos he aprendido bastante, y apenas creo que estoy empezando. Hay una palabra muy poderosa para tu vida hoy. Vamos a platicar de tres cosas: cómo criarlos, cómo comprenderlos y cómo dedicárselos al Señor. Sé que hay gente que puede ser que ya tenga sus nietos y me diga: “De eso yo le puedo enseñar más” o “apenas está empezando”. Podría ser, pero para mí es una bendición.
I Samuel 1 Aquí vemos el caso de una mujer llamada Ana. Lo que les voy a contar está del verso 7 al 28. He visto varias cosas. Me impactaron mucho porque esta mujer sí tuvo un trabajo y una dedicación previa antes al nacimiento de sus hijos. Ella anhelaba tener hijos. Cada año, acostumbraba presentarse delante del Señor, llevar sus ofrendas, sus sacrificios y aprovechaba ese momento para pedirle a Dios que le concediera un hijo. No sé si hay aquí mujeres que anhelen tener un hijo y no han podido tenerlo. Vamos a orar por ustedes después. El Señor las va a bendecir hoy.
Lo impresionante es que cuando yo decidí tener a mis hijos, no estaba pensando en la Palabra del Señor. Esta nos enseña que Dios nos dio un mandato de poblar la tierra y que fuéramos fructíferos. En el caso de Ana, me doy cuenta de que ella tenía un propósito y como Dios era lo primero en su vida, sabía que si El le concedía eso, al que tenía que corresponderle primero, era al mismo Dios. Porque si eran tantas las ganas de tener un hijo, se hubiera quedado ella con él, pero Ana va más allá de ese deseo de tener hijos. Cuando ella se presentó delante del sacerdote, él creía que andaba ebria, pero era porque estaba muy angustiada, lloraba amargamente. ¿Cuántos de ustedes han pedido a sus hijos así? Y Dios se los ha concedido. Pero la mayoría no, sino que nos damos el lujo de evitar y decidir cuándo los queremos tener. Son muy pocas las que trabajan previo. Y veo acá que cuando Ana se presentó delante del sacerdote, él sólo le dijo: “Ve en paz y que sea concedido tu deseo”. Si yo le digo a una de las personas que vienen aquí al frente eso, no me lo creen. Pero ella creyó, dejó de estar triste y se fue. Miren qué importante la actitud que debe tener uno cuando viene al altar. Uno viene sabiendo que va a recibir el milagro y se va con él.
Antes de entrar al punto de cómo criarlos, quería tocar el punto de apreciar lo que realmente son los hijos. Si son una herencia, es un regalo de Dios. Yo lo veo como que una persona tiene un tesoro y se lo puede confiar a alguien más, así veo yo que el Señor nos está enseñando lo que son los hijos para nosotros.
¿Cómo podemos criar a los hijos? Veamos en la Palabra, en Proverbios 22:6. Los padres son las personas que entrenan a sus hijos para la vida, enseñándoles principios y valores, educándolos y transmitiéndoles el ejemplo. Porque los padres son los que van a dar cuentas de sus hijos. Por eso, es que han escuchado al pastor decir que no confíen completamente en un colegio cristiano; una confianza a ciegas, no. Mucho del trabajo lo tenemos que hacer nosotros. Debemos de darles instrucción con la Palabra, enseñarles qué hacer. Un niño que no ha sido instruido, no puede ser disciplinado. En la instrucción se le deben dar los detalles al niño para saber cómo cumplirlos, debe preparar al niño para vivir. Quiero agregar una cosa muy delicada. Nuestro país ha sido muy bendecido con el Evangelio y mucha gente puede recibir al Señor como su Señor y Salvador, pero creen que cuando ellos lo están recibiendo, también todos sus hijos lo están haciendo, y no es así. Posiblemente, tú ya eres líder de la iglesia, ya tomaste la decisión de servirle al Señor y de venir a la iglesia cristiana, pero eso no te asegura que lo mismo esté pasando por la cabeza y el corazón de tus hijos.
Si uno es el primero como padre en recibir al Señor en su corazón, muchas veces, les habla a sus hijos como que ellos comprendieran todo, pero no es así. No te van a comprender todo. ¿Ustedes sabían que el cuidado y el amor a los niños honran a Dios? Dios tiene una orden para la familia. Como les decía, en el pacto de Adán y Eva, había otra función: el dominio. El da a los hijos, para poder dejar descendencia en la tierra; tiene que haber gente, pero además tienen que trabajar. Vemos que para nosotros los creyentes es una respuesta a un mandamiento: fructificar y multiplicarnos. Cuando hablamos de herencia, es porque la recibimos de alguien más, de Dios. Los hijos no son completamente nuestros. Los tenemos nosotros, pero no son de nosotros. El Señor ha visto que eres capaz de cuidarlos, por eso los bendijo con cuatro, ocho y hasta doce hijos. El vio que tenías la capacidad de sacarlos adelante. Hay quienes no se preocupan en esa área, se olvidan de sus hijos; pero si se ponen a reflexionar que son herencia de Dios, los van a cuidar más.
Tuve la gran oportunidad de trabajar en la escuela dominical como tres o cuatro años, en el tiempo donde las aulas el domingo eran clases, y entre semana, las oficinas de la secretaria, el contador o el de la televisión. Mi anhelo era ser maestra de escuela dominical y antes de graduarme, quería estudiar magisterio, pero mi mamá no me dejó, pues no es bien remunerado. Yo en ese tiempo, llevaba a mis hijos a que recibieran y dieran la clase conmigo. Lamentablemente, vi la actitud de muchos padres que no me gustó y, a veces, me doy cuenta que el que se necesita educar antes de educar a sus hijos es uno. En una oportunidad, llegó un papá y fue a dejar a una niña a la puerta de la escuela dominical. Ella iba llorando y el padre le pegó duro, y le dijo: “Te quedas aquí, no me vas a arruinar el servicio, yo traje un invitado”. Imagínate ¿qué está percibiendo esa niña? Que la escuela dominical es un trauma, es de sufrimiento o castigo para que su mamá o papá pueda hacer lo suyo allá adentro.
Hay una gran necesidad de que uno tenga paciencia con sus hijos, si queremos instruirlos en el Señor. Debes hacer todo el esfuerzo por llevarlos bien a la escuela dominical. Recuerdo que Cashito dijo “mamá” por primera vez en la escuela dominical. Si tus hijos están pequeños, hay que quedarse con ellos en la sala cuna, porque de esa forma, estás empezando a presentarle el Evangelio a esa nueva criatura, ya no sólo son tus hijos, sino de Dios.
Segundo punto: El comprenderlos. Si uno se equivoca, y no les da tiempo para que ellos expresen sus cosas, los puede conducir a grandes males. Encontré un libro muy bueno que tenía unas notas que dicen: “La selección previa fue tomada del boletín de una iglesia. Este comportamiento es el ejemplo que les estás dando a tus hijos”. A esa hojita la titularon “Domingo sin excusas”.
Decía así:
Colocaremos camas en el vestíbulo para aquellos que dicen que el domingo es el único día para dormir tarde.
Tenemos disponibles cascos de acero para los que dicen: “El día que yo visite una iglesia, se cae el techo”.
Les entregaremos cobijas a todos los que piensan que en la iglesia hace demasiado frío, y ventiladores a todos los que dicen que hay demasiado calor.
Tenemos audífonos para los que dicen que el predicador habla muy suave, y motas de algodón para los que dicen que habla demasiado fuerte.
Tenemos disponibles tarjetas de anotación para los que deseen hacer una lista de personas falsas que están presentes.
Algunos parientes estarán presentes durante el servicio para el beneficio de todos aquellos que les gusta visitarlos.
Estaremos ofreciendo que se prepare el microondas para los que no puedan ir a la iglesia y cocinar a la vez.
Todas estas son cosas que, posiblemente, tu hijo ha oído y tú no te has dado cuenta. ¿Será que los estás instruyendo en esa forma para que vengan a la iglesia? Leí en un libro acerca de la familia que los niños y los jóvenes necesitaban más un líder que una persona que los ayudara a criticar. Hasta en esos detalles estás educando a tu hijo, lo estás instruyendo acerca de la iglesia, así que hay que tener cuidado. Esa generación es la próxima, la que se va a encargar de ministrar a la gente en la iglesia. Son los futuros sacerdotes, evangelistas y profetas. Tú tienes ese privilegio en tus manos de instruirlos y guiarlos. Ya estás grandote; si tú no quieres, está bueno, pero dales la oportunidad a ellos. Yo puse acá otra cosa: “Tener hijos no te convierte en padre; de la misma manera que tener un piano, no te convierte en pianista”.
Primero la instrucción. Algo más que podemos agregar es el entrenamiento. Dice que entrenarlo en cómo hacer lo que le has pedido lo va a ayudar a hacerlo bien. Hay que establecer límites, no es amenazar, sino ayudarles a entender las consecuencias de sus acciones. Muchas cosas se arreglan hablando. Hasta ayer en la noche, creí que estaba muy contenta en lo que estaba haciendo con mis hijos, y los invité a cenar. Ahí me di cuenta de que lo que yo pensaba estaba mal. Lo que yo pienso acerca de mis hijos es una versión, y lo que ellos piensan y desean de mí es otra. Y uno de ellos me decía: -No es así, nosotros los hijos de los pastores tenemos más tentaciones-. -No lo creo -le dije- yo no lo recibo-. Y me lo volvió a repetir. -No -le dije-.
Yo he estado consciente de que ellos van a ser instruidos cierto tiempo, pero llegará el momento en que tengan que escoger. Creo que les hemos podido dar paz, palabra de consuelo, los hemos ayudado, atendido, he dejado de trabajar. Hay un dicho del pastor que dice: “Yo voy a trabajar, pero ustedes tienen a su mamá, para eso trabajo”. Y es cierto, yo les dedico tiempo y estoy consciente de que ellos han tenido sus tentaciones. Vieran todo lo que me contaron.
Posiblemente, tú no eres un pastor reconocido, evangelista o líder, pero tus hijos van a pasar por lo mismo que los míos, porque somos humanos. Hay pasiones en la carne que uno tiene que sujetarlas al espíritu. En ningún momento ellos vinieron a recibir al Señor conmigo. Yo estaba angustiada y dije: “Dios mío, ¿y mis hijos?”. Ahí comprendí que yo los había dedicado al Señor. A veces como que se me olvida, pero El me los vuelve a pedir.
Si tú has estado angustiado, atribulado, apenado porque tú ya después de 20 ó 30 años tuviste la oportunidad de buscar a Dios y no sabes qué puede pasar con tus hijos, recuerda que más que ser tus hijos, son criaturas de Dios. Si El ha tenido misericordia contigo, la tendrá con ellos. Como vuelvo a decir, más que ser tus hijos, son hijos de Dios y El está más interesado en trabajar con ellos. Ten la tranquilidad que Dios va a proveer amigos cercanos que los van a invitar a una iglesia, que les van a dar Palabra, consuelo. El Espíritu Santo es el que se va a encargar de redargüirlos donde estén, porque el amor de Dios es muy grande.
Yo le decía: “Señor, si tú nos has prometido tantas cosas, ¿por qué tengo que pasar esa pena de que a mis hijos tengo que reforzarlos, orar por ellos?”. El me decía: “Yo morí en la cruz del calvario por todos, yo no morí en 1987, cuando Cashito nació; o en 1966, cuando tú naciste, sino hace mucho tiempo por todos. Por ti, por tu mamá, por tu abuelita”. Yo dije: “Gracias, Señor”. La promesa es que ellos van a ser salvos. En este momento, me estoy angustiando, pero su salvación, esa promesa, esa herencia ha estado desde hace mucho tiempo atrás.
Si tienes un hijo de un año, puedes poner en práctica todo lo que nos ha enseñado la Palabra de Dios, creer que él será salvo. Si tienes uno de 40, cree que también lo será.
Dios me mostró la Palabra donde dice: “No hay otro amor que este, dar la vida por los amigos”. El Señor lo que quiere es que nosotros ganemos a la gente para Cristo Jesús, pero hay un requisito, que sea por nuestro comportamiento, por nuestra forma de ser, por nuestra conducta. ¿Tú quieres ganar a más personas para Cristo, compartirles el amor que tú tienes, la paz que tú tienes? Pues te cuento que esos hijos son los primeros, y es por tu conducta que lo lograrás. ¿Cómo será tu conducta de aquí en adelante? ¿Vas a estar dispuesto a criarlos como Dios quiere? ¿A comprenderlos? Si tú dices: “No le he dedicado mis hijos al Señor, hoy es la oportunidad”.
Quiero contarles que aprendí lo que era entregar completamente los hijos al Señor cuando tuve una experiencia muy fuerte con Ana Gabriela. Ella estuvo con fiebre, convulsionó. Yo estuve poniéndole pañitos con agua, y en eso estiró la pierna y se le trabaron los ojos. Me hubieran visto, ahí me descompuse. Gritaba: “¡Ana Gabriela, no te me muras, eres un regalo de Dios!” Una angustia espantosa, yo me fui corriendo al teléfono a llamar a la vecina, vi una tina con agua y decidí meterla. Mientras seguía llorando. En eso, el Señor me dijo: “¿Y no que es mía? Yo te la di, yo te la puedo quitar”. Yo reaccioné y dije: “Sí, Señor, es tuya, te la podes llevar”. Yo creí que se me estaba muriendo. En ese momento, Ana Gabriela se suavizó, me habló, me dijo: “Mami”. Yo seguí llorando y dándole gracias a Dios por ella. Ahí me di cuenta que uno debe de dejar todos los temores a un lado y saber que si Dios nos dio los hijos, El se los puede llevar.
El pastor Cash ha contado los casos de Cashito, con la infección intestinal que casi se nos muere, y con Juan Diego, ante el temor que tuviera leucemia. Hemos tenido una batalla con cada uno de nuestros hijos. Son un regalo de Dios y estoy consciente que si El me los dio, me los puede quitar. Ya no son tanto mis hijos, sino de Dios; al que le tiene que dar cuentas es a El.
Si quieres entregar hoy a tus hijos al Señor, ponte de pie. Dale gracias a Dios por ese privilegio de poder tenerlos.